Luci, motore... azione!
domenica 14 dicembre 2014
giovedì 11 dicembre 2014
Llega "De un trago", mi nuevo thriller ahora en español
Cuando el pasado vuelve
sólo queda por descubrir
por qué estás dispuesto a morir.
Desde hoy está disponible "De un trago", versión en español de "Madrid da morire", mi frenético thriller que te emocionará y enganchará de la primera a la última página.
Elige tu formato en Amazon.es:
(También disponible en otros Amazon. Para e-book no Kindle, lee aquí)
Puedes leer los primeros capítulos en mi blog pensieromancino. Sígueme también en facebook y en mi página web personal.
Cuéntaselo a los amigos, familiares y compañeros, que corra la voz, es el regalo perfecto para la Navidad.
¡Qué lo disfrutes!
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Desde hoy está disponible "De un trago", versión en español de "Madrid da morire", mi frenético thriller que te emocionará y enganchará de la primera a la última página.
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¡Qué lo disfrutes!
"De un trago": Prólogo
Loro cercan là la
felicità dentro a un bicchiere
per dimenticare d'esser stati presi per il sedere
ci sarà allegria anche in agonia col vino forte
porteran sul viso l'ombra di un sorriso tra le
braccia della morte.
[Ellos buscan
allí su felicidad dentro de una copa
para olvidar que
les tomaron el pelo
Habrá alegría
también en la agonía con el vino fuerte
Llevarán en el rostro
la sombra de una sonrisa entre los brazos de la muerte]
Fabrizio De André, La città vecchia
No importa lo
duro que fuera tu pasado,
Siempre puedes
volver a empezar de cero.
Buda
PRÓLOGO
Estábamos jodidos. Desde lo alto
de la colina miré boquiabierto el valle allí abajo: tras el rastro del
Mercedes de Ángel dos destellos de luz corrían en la noche. Flashes azules para
quemarme los ojos y los sueños de felicidad. Dos coches de policía.
Los coches superaron Miraflores
de la Sierra como cohetes. El Mercedes corría rápido, la policía aguantaba.
Ángel era un gran piloto. Podía no valer. Tenía que valer, mi Michela estaba
con él. Nuestro paraíso estaba en las manos de Ángel.
La desesperación se me agarró al
alma. Luché para mantener la calma aferrándome a las promesas de Michela:
– Después de esto nos vamos tú y
yo, al Caribe, para siempre. Io e te, per sempre. Nunca más volveré a currar de camarera. Lo
pasaremos en grande, Massimo, ya verás.
Escuché el rugido del motor. El
Mercedes trepaba por la carretera como un dragón enfurecido. Podíamos lograrlo.
Era nuestra única esperanza. Michela e Massimo. Saboreé nuestro paraíso: palmeras y piña colada,
comiendo y follando como dioses.
– Io e te, per sempre.
Pero el sueño se esfumó. Las
sirenas aguantaban. Estábamos jodidos.
"De un trago": Capítulo Uno
UNO
– Arriva o no
questo Barbaresco Gaja?
– Subito, signore.
Corrí a la bodega, hurgué en las
cajas y entre las telarañas hallé la reliquia. Una botella de Barbaresco.
Regresando resbalé en los escalones de piedra y casi me partí el cráneo. Enseguida
imaginé doscientos euros de líquido color rubí regando el suelo.
Pasé por delante de la cocina
esforzándome por ignorar un asqueroso olor a asado. Entré en la sala llena de
terciopelo y estucos barrocos, esquivé a dos camareros y agarré un decantador.
Una vibración en el bolsillo me distrajo. Hice de malabarista y eché un
vistazo: Viola. Líos. Me presenté a la mesa apurado y jadeante, con la botella
intacta de milagro, y lucí el escaso aplomo del que era capaz.
– Tenga cuidado con ese vino. –
El cliente me examinó con desaprobación. – Usted no tiene experiencia, ¿verdad?
– Veinte años.
– Quién lo diría. ¿Has visto,
querida? Incluso el servicio en Il Cambio ya no es el de antes.
– Te lo dije, cariño, que
tendríamos que haber ido al golf de La Mandria, por lo menos allí te tratan
como es debido.
– Tienes razón, querida.
– Les sugiero que lo decanten,
mejorará el buqué. – Golpeé la mesa con el Barbaresco. – Si no les agrada, los
señores son libres de despedirse cuando gusten.
El tipo me miró con repulsión. Me
pasé una mano por el pelo, que ya no era el de antaño, y le miré mal. Le llené
la copa con un dedo de vino.
– Prego.
El cliente cató y asintió sin
levantar los ojos. Lo mandé a hacer puñetas con el pensamiento. Contemplé los
reflejos del Barbaresco en el decantador. ¿Cómo había acabado yo trabajando
allí? ¿Qué acumulación de errores había cometido? Estaba abatido. Mi última
genial idea me había rematado: ocho mil pavos de deuda y un simpático cobrador
todo músculos que quería ligar conmigo. Recordaba muy bien la respuesta: estaba
allí porque Il Cambio pagaba bien. Podía agradecérselo a los amigos de Viola que
me habían enchufado con el maitre, de lo contrario ya habría tenido un meñique menos. Claro
que servir ese manjar de dioses sin rozarlo siquiera era un sufrimiento. Una vera tortura.
No sólo de aroma vive el sumiller.
– ¿Desea algo más, señor?
El tipo me rechazó con un ademán,
ni que le hubiese pedido limosna. Y no era el peor cliente que yo hubiese
tenido. Si el nivel del servicio no estaba a la altura de la tradición del
local, tampoco lo estaba la clientela. Pero yo no estaba allí por la compañía.
– Massimo, corre a la mesa cinco.
– Una mano tiró de mi brazo. – Y ponte las pilas.
La cortesía no estaba entre las
cualidades del maitre.
Un tipo cortado con hacha, rígido y falso según la viejas costumbres piamontesas.
Molesto, llegué en un abrir y cerrar de ojos a la mesa y casi me desmayé. De
espaldas estaba sentada una rubia que me sonaba, demasiado. ¿Era Ella? No era
posible. De donde estaba nadie volvía nunca.
Un hombre en la mesa se dio la
vuelta. – Bueno, ¿y la carta de vinos?
La mujer se arregló la rizada
melena. La mesa estalló en una carcajada y vislumbré su pálida y afilada
barbilla. Era Ella. Yo no podía respirar. Un fantasma.
Michela.
– ¿Qué haces? – Un susurro me
sacudió. – No te pago para quedarte de piedra.
Al maitre le cayó una de mis mejores
miradas asesinas. Se me escapó, como un animal salvaje que devora al domador.
Ahí estaba todo lo que quedaba de mi yo de antes, el Viejo Max. El maitre
retrocedió. Por lo menos todavía sabía dar miedo. De los viejos tiempos sólo me
quedaba eso.
Me acerqué a la rubia. Yo
aguantaba el aliento, en ascuas. Sus hombros descubiertos dibujaban una línea
elegante y sinuosa. Cuánto los había echado de menos. Sentí el irresistible
impulso de besar ese cuello de vainilla. Casi podía tocarla. El local ya no
existía, camareros y clientes desaparecidos en el olvido. El tiempo se detuvo.
De todo el universo sólo quedaba la espléndida piel de Michela.
La rocé con un dedo.
Se dio la vuelta.
Sentí el vacío estallar en mi corazón.
El susto en el rostro de la mujer
dejó sitio para el furor. – ¿Qué quiere? Lárguese.
No era Ella.
Quedé embelesado, realmente de
piedra. Bandejas y botellas pasaban rápidas cerca de mí. Estaba desorientado,
como si me esforzase por reconocer un lugar ajeno. Una vida que no era la mía.
Me entraron ganas de irme, dejarlo todo y desaparecer, meter la cabeza en la
arena y no sacarla nunca más. El maitre ni se tomó la molestia de reprenderme,
le bastó mirarme y sacudir la cabeza, como con un caso perdido.
Me repuse. Corría a la bodega con
Michela en la cabeza cuando me sonó el móvil. Porca miseria ladra. Arriba no podía
contestar y abajo no tenía cobertura. Me paré en mitad de la escalera. Era
Viola. No podía pasar de ella por cuarta vez. Ella sabía que yo no debía
contestar y sin embargo insistía. Los pies me dolían tanto que me moría: era
inútil, no tenía madera para ese trabajo.
Pulsé el verde. – ¿Qué pasa?
– ¡Max! Por fin.
– Sabes que estoy trabajando.
– Sí, sí, sólo quería saber a qué
hora nos vemos.
Me imaginaba la escena: cena
romántica a la luz de las velas, mimos en el sofá y alto erotismo bajo el
edredón. El programa me daba arcadas.
– Mira, Viola, estoy destrozado y
sólo estamos en la comida.
– ¿Me quieres dejar plantada otra
vez?
– Es que estoy molido. De veras.
– Massimo – el maitre asomó
en lo alto de la escalera – ésta es la última vez.
Viola volvió al ataque. – Siempre
las misma excusas.
– Escucha Viola ahora no puedo.
– Te lo digo por última vez.
– El maitre
estaba a un palmo de mí. – Suelta el teléfono o aquí no vuelves a entrar. ¿Está
claro?
– ¡Estoy harta! No te atrevas a
dejarme sola también esta noche. No te lo voy a perdonar.
Apreté el teléfono hasta hacerme
daño. Quería tirárselo en la cara al maitre y que se fueran a tomar por saco todos.
Sólo duró un instante. Fue demasiado.
– Haz lo que te parezca. Que te
vaya bien, Max – y Viola colgó.
– Muy bien, Massimo, te lo has
buscado tú. – El maitre
sacó del bolsillo un puñado de billetes. – Con estos estás apañado, es más de
lo que te corresponde. Conmigo has terminado. Desaparece de inmediato, y no te
atrevas a volver a pisar Il Cambio nunca.
Me quedé solo en la penumbra de
la bodega. Silencio. Me aflojé la pajarita, ya no hacía falta. ¿Por qué era tan
difícil? Desahogué la rabia reprimida con un manotazo contra la pared, que me
valió para un pinchazo de dolor en la palma y otra dosis de frustración. ¿Por
qué no me dejaban en paz? ¿No entendían que necesitaba mi espacio? Bueno, en
esa agradable tarde de jueves tenía todo el espacio que quería.
Sigue leyendo el Capítulo Dos
"De un trago": Capítulo Dos
DOS
El breve paseo de hombre libre
bajo los soportales de Piazza Castello me puso de los nervios. Desde el cielo
plomizo caían gotas pesadas. Ahí estaba servido el encanto de Turín. La belleza
de los monumentos renovados no tenía ningún efecto sobre mí. Barroco austero
para una ciudad que me rechazaba de todas las maneras. El lado positivo de la
humedad de noviembre es que te ayuda a pensar, pero no eran pensamientos
divertidos. Viola me la devolvería. Le había faltado al respeto, era
comprensible que se sintiera herida. ¿Corría el riesgo de perderla? No sabía ni
qué esperar, ni cómo me sentía. Era una eventualidad que me dejaba insensible.
¿Qué sentimientos tenía hacia ella? Después de más de un año, no tenía una respuesta.
En la esquina de Via Garibaldi
volví a cuestiones más concretas. Il Cambio era un capítulo cerrado. ¿Qué
podía hacer un sumiller sin un duro para no morirse de hambre con un currículum
impresentable como el mío? Pero el problema real eran los ocho mil euros. Si no
tenía ni atisbo de trabajo, Tinazzi podía cambiar de opinión acerca de mí: de
vaca que ordeñar a carne muerta. Me dio un escalofrío. Y no era por la humedad.
Holgazaneando sin propósito,
acabé delante de un escaparate oscuro con pantallas repletas de cifras. Como
un sonámbulo leí las cuotas: Lasciatemi Stare ganador, diez a uno. Sentado en
el suelo, un sintecho pedía limosna. Muy a la moda en época de crisis. Mi miedo
más grande se materializó delante de mí. ¿Podía acabar como él? Busqué la
seguridad que no tenía tocando los billetes enrollados en mi bolsillo. ¿A él le
cambiarían la vida? ¿Y a mí? Antes de darme cuenta, entré y aposté todo por el
caballo. Lasciatemi Stare, Dejadme en Paz, ganador. Ni los conté.
Mientras seguía las diminutas
siluetas de cuatro patas en la televisión, pensaba en las mujeres. En Ella. Con
Viola faltaba algo. Tal vez no era la mujer adecuada, o tal vez era yo el
hombre equivocado. Por teléfono ni siquiera le había dado un beso, nada. Es que
ya no me salía. Quizás nunca más. Bueno, nada grave. Siempre me quedaba el
recuerdo de Michela.
Volví a la calle con una cerveza
nadando en mi estómago y los bolsillos vacíos. Especializado en perdedores y
casos perdidos. Aceleré el paso, con la decepción que se mezclaba con la
frustración en un cocktail depresivo. Bravo
Max. Tenía muchas ganas de derrumbarme en el sofá y calentarme las vísceras
con dos dedos de Glenfiddich, contemplando las fotos de Ella. Eso era un
consuelo que nadie me negaría.
Cuando llegué al aparcamiento de
los Giardini Reali estaba empapado de lluvia y destrozado como si hubiera
corrido tres maratones. Estaba confundido, vencido por las emociones. Ni me
acordaba dónde había dejado el Cinquecento.
–
Ciao Max. Sorpresa.
Mioddio. Era Tinazzi. Huye,
Max, corre lejos de allí. Ése estaba cuadrado, noventa kilos por lo menos, a
lo mejor no me seguiría la estela.
– No te metas ideas raras en la
cabeza.
Vi la porra. Estaba frito. ¿Por
dónde empezaría el matón ese? La boca no, por favor no me rompas todos los
dientes como ese bastardo en San Salvario. No aguantaría las torturas del
dentista una segunda vez. Venga, mátame a palos. Acabemos de una vez.
– ¿Dónde está la pasta?
– Te lo dije, te pagaré,
tengo un buen trabajo, dame tiempo.
– Hace tres meses que no sueltas
un euro. Basta ya.
Tinazzi levantó la porra.
Amenazaba como el Caval ëd Brons, la estatua ecuestre de Piazza San Carlo,
lista para darte con la pezuña en la cara.
– ¡Espera! Toma esto. Es para ti.
Dame algún día más.
– ¿Es una baratija?
– No, auténtico Rolex. – Sí,
comprado a un encubridor por cincuenta pavos. – Venga, sólo unos días, te
prometo...
– Esto me lo quedo yo
– Tinazzi se puso el reloj. – Ahora calla y escucha.
Me cogió por el cuello. Un dolor
del demonio.
– No vayas de listillo conmigo, capito coglione?
Luego llegó. Nadie escuchó mis
plegarias. O tal vez era mi suerte, si así se puede llamar un porrazo en el
estómago. Quedé doblado por la mitad recogiendo mis tripas, mientras Tinazzi
llevaba sus noventa kilos de maldad a exprimirle a otro.
Me costó meterme en el coche. Me
costó encontrar aparcamiento debajo de casa. Me costó subir los cuatro pisos
hasta mi buhardilla. El dolor físico era la guinda para ese día despiadado. Ya
no podía más con aquella vida. Cuando cerré la puerta a mis espaldas, creí que
los guantazos se habían acabado. Me equivocaba.
En la pantalla del portátil
parpadeaba un e-mail nuevo. Las cuatro líneas de caracteres hacían palidecer
cualquiera de mis ridículos problemas de nada. Releí esa fría secuencia de píxeles
incapaz de aceptar su significado. Era un
incubo. Una pesadilla. Un fragmento de duda destinado a desgarrarme el
alma.
Sigue leyendo el Capítulo Tres
Come leggere los e-book di Amazon senza il Kindle - Cómo leer los e-book de Amazon sin el Kindle
Hai un e-reader diverso dal Kindle di Amazon? Nessun problema, puoi leggere tranquillamente gli e-book dei miei libri acquistati su Amazon, seguendo uno di questi due semplici percorsi:
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venerdì 5 dicembre 2014
Video: presentazione di "Madrid da morire" al Consolato d'Italia a Madrid
Ecco il video integrale della presentazione di "Madrid da morire", per chi c'era e per chi se l'è persa, un modo per rivivere le emozioni di una serata speciale e memorabile. Grazie a tutti!
Aquí está el video integral de la presentación de "Madrid da morire", para quienes estaban y quienes se la perdieron, una manera de revivir las emociones de una noche especial y memorable. ¡Gracias a todos!
giovedì 4 dicembre 2014
Presentazione di "Madrid da morire" - il giorno dopo / Presentación de "Madrid da morire" - el día después
Ieri, mercoledì 3/12, è stata una grande festa in onore di Madrid da morire. Nella sala del Com.It.Es presso il Consolato d'Italia a Madrid ci siamo ritrovati per parlare di libri, trame avvincenti, personaggi carismatici e passione per la lettura. Una serata splendida. Grazie a tutti voi, partecipanti e non, per l'appoggio che mi avete dimostrato, senza di voi non sarei arrivato fino qui. Che emozione!
Ayer, miércoles 3/12, fue una gran fiesta en honor a Madrid da morire. En la sala del Com.It.E en el Consulado de Italia en Madrid nos reunimos para hablar de libros, tramas que enganchan, personajes con carisma y pasión por la lectura. Una noche magnífica. Gracias a todos vosotros, participantes y no, por el apoyo que me demostrásteis, sin vosostros no habría llegado hasta aquí. ¡Qué emoción!
lunedì 1 dicembre 2014
El 10 de diciembre llega "De un trago", mi nuevo thriller en versión española
Ya falta menos para que puedas leer mi nueva novela en español, traducción de "Madrid da morire". A partir del miércoles 10 de diciembre estará disponible "De un trago", un thriller frenético que te emocionará y enganchará de la primera a la última página.
Un atraco fallido. Un amor perdido. Una vida de sumiller fracasado, prisionero de los remordimientos. Pero cuando el pasado llama, Massimo Volpi vuelve a Madrid en busca de la verdad, siguiendo un rastro de vino y sangre entre criminales, ex amigos, traidores, sicarios y cadáveres, hasta descubrir por qué está dispuesto a morir.
¡No te lo pierdas! En los próximos días, todos los detalles sobre cómo conseguirla.
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