Siamo arrivati a quota 32 e mancava ancora uno dei miei preferiti... rimediamo subito.
Hemos llegado a cota 32 y todavía faltaba uno de mis favoritos... en seguida lo solucionamos.
L'ultimo cammello crollò a mezzogiorno.
Era il maschio chiaro di cinque anni che aveva acquistato a Gialo. Dei tre, il più giovane e robusto, e il meno bizzoso. Lo amava quanto un uomo può amare un cammello: in altre parole, lo odiava con moderazione.
Risalirono il lato sottovento di una duna, uomo e cammello, sprofondando nella sabbia. In cima si fermarono. Guardarono avanti, e quello che videro fu un'altra duna, e oltre quella altre mille. E fu come se nel cammello si spegnesse ogni speranza. Gli si piegarono le zampe anteriori, poi crollarono quelle posteriori. Si accovacciò in cima alla duna come un monumento, fissando il deserto con l'indifferenza di chi muore.
El último camello se desplomó a mediodía. Era el macho blanco de cinco años que había comprado en Gialo, la más joven y fuerte de las tres bestias y que no tenía tan mal genio. Quería al animal tanto como un hombre puede querer a un camello, lo que equivale a decir que solo lo odiaba un poco.
Treparon a sotavento una colina pequeña, marcando -hombre y camello- grandes y torpes pisadas en la arena inestable. En la cima se detuvieron. Miraron adelante y solo vieron otra colina, y después de esa, mil más. Fue como si el camello hubiera perdido la esperanza. En primer lugar se plegaron sus patas delanteras; luego bajó los cuartos traseros, y así quedó, en lo alto de la colina, como un monumento mirando fijamente hacia el desierto vacío con la indiferencia de los moribundos
Ken Follett
RispondiEliminaIl codice Rebecca - La clave está en Rebeca
1980