giovedì 11 dicembre 2014

Llega "De un trago", mi nuevo thriller ahora en español

Cuando el pasado vuelve
sólo queda por descubrir
por qué estás dispuesto a morir.

Desde hoy está disponible "De un trago", versión en español de "Madrid da morire", mi frenético thriller que te emocionará y enganchará de la primera a la última página.

Elige tu formato en Amazon.es:
(También disponible en otros Amazon. Para e-book no Kindle, lee aquí)

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Cuéntaselo a los amigos, familiares y compañeros, que corra la voz, es el regalo perfecto para la Navidad.

¡Qué lo disfrutes!

"De un trago": Prólogo



Loro cercan là la felicità dentro a un bicchiere
per dimenticare d'esser stati presi per il sedere
ci sarà allegria anche in agonia col vino forte
porteran sul viso l'ombra di un sorriso tra le braccia della morte.

[Ellos buscan allí su felicidad dentro de una copa
para olvidar que les tomaron el pelo
Habrá alegría también en la agonía con el vino fuerte
Llevarán en el rostro la sombra de una sonrisa entre los brazos de la muerte]

Fabrizio De André, La città vecchia


No importa lo duro que fuera tu pasado,
Siempre puedes volver a empezar de cero.

Buda



PRÓLOGO


Estábamos jodidos. Desde lo alto de la colina miré boquia­bierto el valle allí abajo: tras el rastro del Mercedes de Ángel dos destellos de luz corrían en la noche. Flashes azules para quemarme los ojos y los sueños de felicidad. Dos coches de policía.
Los coches superaron Miraflores de la Sierra como cohetes. El Mercedes corría rápido, la policía aguantaba. Ángel era un gran piloto. Podía no valer. Tenía que valer, mi Michela estaba con él. Nuestro paraíso estaba en las manos de Ángel.
La desesperación se me agarró al alma. Luché para mante­ner la calma aferrándome a las promesas de Michela:
– Después de esto nos vamos tú y yo, al Caribe, para siem­pre. Io e te, per sempre. Nunca más volveré a currar de cama­rera. Lo pasaremos en grande, Massimo, ya verás.
Escuché el rugido del motor. El Mercedes trepaba por la carretera como un dragón enfurecido. Podíamos lograrlo. Era nuestra única esperanza. Michela e Massimo. Saboreé nuestro paraíso: palmeras y piña colada, comiendo y follando como dioses.
Io e te, per sempre.
Pero el sueño se esfumó. Las sirenas aguantaban. Estába­mos jodidos.


"De un trago": Capítulo Uno




UNO


– Arriva o no questo Barbaresco Gaja?
– Subito, signore.
Corrí a la bodega, hurgué en las cajas y entre las telarañas hallé la reliquia. Una botella de Barbaresco. Regresando res­balé en los escalones de piedra y casi me partí el cráneo. Ense­guida imaginé doscientos euros de líquido color rubí regando el suelo.
Pasé por delante de la cocina esforzándome por ignorar un asqueroso olor a asado. Entré en la sala llena de terciopelo y estucos barrocos, esquivé a dos camareros y agarré un decan­tador. Una vibración en el bolsillo me distrajo. Hice de malaba­rista y eché un vistazo: Viola. Líos. Me presenté a la mesa apu­rado y jadeante, con la botella intacta de milagro, y lucí el escaso aplomo del que era capaz.
– Tenga cuidado con ese vino. – El cliente me examinó con desaprobación. – Usted no tiene experiencia, ¿verdad?
– Veinte años.
– Quién lo diría. ¿Has visto, querida? Incluso el servicio en Il Cambio ya no es el de antes.
– Te lo dije, cariño, que tendríamos que haber ido al golf de La Mandria, por lo menos allí te tratan como es debido.
– Tienes razón, querida.
– Les sugiero que lo decanten, mejorará el buqué. – Golpeé la mesa con el Barbaresco. – Si no les agrada, los señores son libres de despedirse cuando gusten.
El tipo me miró con repulsión. Me pasé una mano por el pelo, que ya no era el de antaño, y le miré mal. Le llené la copa con un dedo de vino.
Prego.
El cliente cató y asintió sin levantar los ojos. Lo mandé a hacer puñetas con el pensamiento. Contemplé los reflejos del Barbaresco en el decantador. ¿Cómo había acabado yo traba­jando allí? ¿Qué acumulación de errores había cometido? Es­taba abatido. Mi última genial idea me había rematado: ocho mil pavos de deuda y un simpático cobrador todo músculos que quería ligar conmigo. Recordaba muy bien la respuesta: estaba allí porque Il Cambio pagaba bien. Podía agradecérselo a los amigos de Viola que me habían enchufado con el maitre, de lo contrario ya habría tenido un meñique menos. Claro que servir ese manjar de dioses sin rozarlo siquiera era un sufri­miento. Una vera tortura. No sólo de aroma vive el sumiller.
– ¿Desea algo más, señor?
El tipo me rechazó con un ademán, ni que le hubiese pedido limosna. Y no era el peor cliente que yo hubiese tenido. Si el nivel del servicio no estaba a la altura de la tradición del local, tampoco lo estaba la clientela. Pero yo no estaba allí por la compañía.
– Massimo, corre a la mesa cinco. – Una mano tiró de mi brazo. – Y ponte las pilas.
La cortesía no estaba entre las cualidades del maitre. Un tipo cortado con hacha, rígido y falso según la viejas costumbres piamontesas. Molesto, llegué en un abrir y cerrar de ojos a la mesa y casi me desmayé. De espaldas estaba sentada una rubia que me sonaba, demasiado. ¿Era Ella? No era posible. De donde estaba nadie volvía nunca.
Un hombre en la mesa se dio la vuelta. – Bueno, ¿y la carta de vinos?
La mujer se arregló la rizada melena. La mesa estalló en una carcajada y vislumbré su pálida y afilada barbilla. Era Ella. Yo no podía respirar. Un fantasma.
Michela.
– ¿Qué haces? – Un susurro me sacudió. – No te pago para quedarte de piedra.
Al maitre le cayó una de mis mejores miradas asesinas. Se me escapó, como un animal salvaje que devora al domador. Ahí estaba todo lo que quedaba de mi yo de antes, el Viejo Max. El maitre retrocedió. Por lo menos todavía sabía dar miedo. De los viejos tiempos sólo me quedaba eso.
Me acerqué a la rubia. Yo aguantaba el aliento, en ascuas. Sus hombros descubiertos dibujaban una línea elegante y si­nuosa. Cuánto los había echado de menos. Sentí el irresistible impulso de besar ese cuello de vainilla. Casi podía tocarla. El local ya no existía, camareros y clientes desaparecidos en el olvido. El tiempo se detuvo. De todo el universo sólo quedaba la espléndida piel de Michela.
La rocé con un dedo.
Se dio la vuelta.
Sentí el vacío estallar en mi corazón.
El susto en el rostro de la mujer dejó sitio para el furor. – ¿Qué quiere? Lárguese.
No era Ella.
Quedé embelesado, realmente de piedra. Bandejas y bote­llas pasaban rápidas cerca de mí. Estaba desorientado, como si me esforzase por reconocer un lugar ajeno. Una vida que no era la mía. Me entraron ganas de irme, dejarlo todo y desapa­recer, meter la cabeza en la arena y no sacarla nunca más. El maitre ni se tomó la molestia de reprenderme, le bastó mirarme y sacudir la cabeza, como con un caso perdido.
Me repuse. Corría a la bodega con Michela en la cabeza cuando me sonó el móvil. Porca miseria ladra. Arriba no podía contestar y abajo no tenía cobertura. Me paré en mitad de la escalera. Era Viola. No podía pasar de ella por cuarta vez. Ella sabía que yo no debía contestar y sin embargo insistía. Los pies me dolían tanto que me moría: era inútil, no tenía madera para ese trabajo.
Pulsé el verde. – ¿Qué pasa?
– ¡Max! Por fin.
– Sabes que estoy trabajando.
– Sí, sí, sólo quería saber a qué hora nos vemos.
Me imaginaba la escena: cena romántica a la luz de las ve­las, mimos en el sofá y alto erotismo bajo el edredón. El pro­grama me daba arcadas.
– Mira, Viola, estoy destrozado y sólo estamos en la comida.
– ¿Me quieres dejar plantada otra vez?
– Es que estoy molido. De veras.
– Massimo – el maitre asomó en lo alto de la escalera – ésta es la última vez.
Viola volvió al ataque. – Siempre las misma excusas.
– Escucha Viola ahora no puedo.
– Te lo digo por última vez. – El maitre estaba a un palmo de mí. – Suelta el teléfono o aquí no vuelves a entrar. ¿Está claro?
– ¡Estoy harta! No te atrevas a dejarme sola también esta noche. No te lo voy a perdonar.
Apreté el teléfono hasta hacerme daño. Quería tirárselo en la cara al maitre y que se fueran a tomar por saco todos. Sólo duró un instante. Fue demasiado.
– Haz lo que te parezca. Que te vaya bien, Max – y Viola colgó.
– Muy bien, Massimo, te lo has buscado tú. – El maitre sacó del bolsillo un puñado de billetes. – Con estos estás apañado, es más de lo que te corresponde. Conmigo has terminado. Desaparece de inmediato, y no te atrevas a volver a pisar Il Cambio nunca.
Me quedé solo en la penumbra de la bodega. Silencio. Me aflojé la pajarita, ya no hacía falta. ¿Por qué era tan difícil? Desahogué la rabia reprimida con un manotazo contra la pa­red, que me valió para un pinchazo de dolor en la palma y otra dosis de frustración. ¿Por qué no me dejaban en paz? ¿No en­tendían que necesitaba mi espacio? Bueno, en esa agradable tarde de jueves tenía todo el espacio que quería.

Sigue leyendo el Capítulo Dos

"De un trago": Capítulo Dos




DOS


El breve paseo de hombre libre bajo los soportales de Piazza Castello me puso de los nervios. Desde el cielo plomizo caían gotas pesadas. Ahí estaba servido el encanto de Turín. La be­lleza de los monumentos renovados no tenía ningún efecto sobre mí. Barroco austero para una ciudad que me rechazaba de todas las maneras. El lado positivo de la humedad de no­viembre es que te ayuda a pensar, pero no eran pensamientos divertidos. Viola me la devolvería. Le había faltado al respeto, era comprensible que se sintiera herida. ¿Corría el riesgo de perderla? No sabía ni qué esperar, ni cómo me sentía. Era una eventualidad que me dejaba insensible. ¿Qué sentimientos tenía hacia ella? Después de más de un año, no tenía una res­puesta.
En la esquina de Via Garibaldi volví a cuestiones más con­cretas. Il Cambio era un capítulo cerrado. ¿Qué podía hacer un sumiller sin un duro para no morirse de hambre con un currí­culum impresentable como el mío? Pero el problema real eran los ocho mil euros. Si no tenía ni atisbo de trabajo, Tinazzi podía cambiar de opinión acerca de mí: de vaca que ordeñar a carne muerta. Me dio un escalofrío. Y no era por la humedad.
Holgazaneando sin propósito, acabé delante de un escapa­rate oscuro con pantallas repletas de cifras. Como un sonám­bulo leí las cuotas: Lasciatemi Stare ganador, diez a uno. Sen­tado en el suelo, un sintecho pedía limosna. Muy a la moda en época de crisis. Mi miedo más grande se materializó delante de mí. ¿Podía acabar como él? Busqué la seguridad que no tenía tocando los billetes enrollados en mi bolsillo. ¿A él le cam­biarían la vida? ¿Y a mí? Antes de darme cuenta, entré y aposté todo por el caballo. Lasciatemi Stare, Dejadme en Paz, ganador. Ni los conté.
Mientras seguía las diminutas siluetas de cuatro patas en la televisión, pensaba en las mujeres. En Ella. Con Viola faltaba algo. Tal vez no era la mujer adecuada, o tal vez era yo el hombre equivocado. Por teléfono ni siquiera le había dado un beso, nada. Es que ya no me salía. Quizás nunca más. Bueno, nada grave. Siempre me quedaba el recuerdo de Michela.
Volví a la calle con una cerveza nadando en mi estómago y los bolsillos vacíos. Especializado en perdedores y casos per­didos. Aceleré el paso, con la decepción que se mezclaba con la frustración en un cocktail depresivo. Bravo Max. Tenía muchas ganas de derrumbarme en el sofá y calentarme las vísceras con dos dedos de Glenfiddich, contemplando las fotos de Ella. Eso era un consuelo que nadie me negaría.
Cuando llegué al aparcamiento de los Giardini Reali estaba empapado de lluvia y destrozado como si hubiera corrido tres maratones. Estaba confundido, vencido por las emociones. Ni me acordaba dónde había dejado el Cinquecento.
– Ciao Max. Sorpresa.
Mioddio. Era Tinazzi. Huye, Max, corre lejos de allí. Ése es­taba cuadrado, noventa kilos por lo menos, a lo mejor no me seguiría la estela.
– No te metas ideas raras en la cabeza.
Vi la porra. Estaba frito. ¿Por dónde empezaría el matón ese? La boca no, por favor no me rompas todos los dientes como ese bastardo en San Salvario. No aguantaría las torturas del dentista una segunda vez. Venga, mátame a palos. Acabe­mos de una vez.
– ¿Dónde está la pasta?
– Te lo dije, te pagaré, tengo un buen trabajo, dame tiempo.
– Hace tres meses que no sueltas un euro. Basta ya.
Tinazzi levantó la porra. Amenazaba como el Caval ëd Brons, la estatua ecuestre de Piazza San Carlo, lista para darte con la pezuña en la cara.
– ¡Espera! Toma esto. Es para ti. Dame algún día más.
– ¿Es una baratija?
– No, auténtico Rolex. – Sí, comprado a un encubridor por cincuenta pavos. – Venga, sólo unos días, te prometo...
– Esto me lo quedo yo – Tinazzi se puso el reloj. – Ahora calla y escucha.
Me cogió por el cuello. Un dolor del demonio.
– No vayas de listillo conmigo, capito coglione?
Luego llegó. Nadie escuchó mis plegarias. O tal vez era mi suerte, si así se puede llamar un porrazo en el estómago. Quedé doblado por la mitad recogiendo mis tripas, mientras Tinazzi llevaba sus noventa kilos de maldad a exprimirle a otro.
Me costó meterme en el coche. Me costó encontrar aparca­miento debajo de casa. Me costó subir los cuatro pisos hasta mi buhardilla. El dolor físico era la guinda para ese día despia­dado. Ya no podía más con aquella vida. Cuando cerré la puerta a mis espaldas, creí que los guantazos se habían aca­bado. Me equivocaba.
En la pantalla del portátil parpadeaba un e-mail nuevo. Las cuatro líneas de caracteres hacían palidecer cualquiera de mis ridículos problemas de nada. Releí esa fría secuencia de píxeles incapaz de aceptar su significado. Era un incubo. Una pesadilla. Un fragmento de duda destinado a desgarrarme el alma.

Sigue leyendo el Capítulo Tres

Come leggere los e-book di Amazon senza il Kindle - Cómo leer los e-book de Amazon sin el Kindle

Hai un e-reader diverso dal Kindle di Amazon? Nessun problema, puoi leggere tranquillamente gli e-book dei miei libri acquistati su Amazon, seguendo uno di questi due semplici percorsi:
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venerdì 5 dicembre 2014

Video: presentazione di "Madrid da morire" al Consolato d'Italia a Madrid



Ecco il video integrale della presentazione di "Madrid da morire", per chi c'era e per chi se l'è persa, un modo per rivivere le emozioni di una serata speciale e memorabile. Grazie a tutti!

Aquí está el video integral de la presentación de "Madrid da morire", para quienes estaban y quienes se la perdieron, una manera de revivir las emociones de una noche especial y memorable. ¡Gracias a todos!


giovedì 4 dicembre 2014

Presentazione di "Madrid da morire" - il giorno dopo / Presentación de "Madrid da morire" - el día después

Ieri, mercoledì 3/12, è stata una grande festa in onore di Madrid da morire. Nella sala del Com.It.Es presso il Consolato d'Italia a Madrid ci siamo ritrovati per parlare di libri, trame avvincenti, personaggi carismatici e passione per la lettura. Una serata splendida. Grazie a tutti voi, partecipanti e non, per l'appoggio che mi avete dimostrato, senza di voi non sarei arrivato fino qui. Che emozione!

Ayer, miércoles 3/12, fue una gran fiesta en honor a Madrid da morire. En la sala del Com.It.E en el Consulado de Italia en Madrid nos reunimos para hablar de libros, tramas que enganchan, personajes con carisma y pasión por la lectura. Una noche magnífica. Gracias a todos vosotros, participantes y no, por el apoyo que me demostrásteis, sin vosostros no habría llegado hasta aquí. ¡Qué emoción!






lunedì 1 dicembre 2014

El 10 de diciembre llega "De un trago", mi nuevo thriller en versión española




Ya falta menos para que puedas leer mi nueva novela en español, traducción de "Madrid da morire". A partir del miércoles 10 de diciembre estará disponible "De un trago", un thriller frenético que te emocionará y enganchará de la primera a la última página.

Un atraco fallido. Un amor perdido. Una vida de sumiller fracasado, prisionero de los remordimientos. Pero cuando el pasado llama, Massimo Volpi vuelve a Madrid en busca de la verdad, siguiendo un rastro de vino y sangre entre criminales, ex amigos, traidores, sicarios y cadáveres, hasta descubrir por qué está dispuesto a morir.

¡No te lo pierdas! En los próximos días, todos los detalles sobre cómo conseguirla.