Luz. Claridad
absoluta. Etérea inconsistencia resplandeciente. Floto en la nada completa. No
recuerdo, no siento, no soy. La única presencia es la ausencia. ¿Quién soy?
¿Será así para siempre? No tiene importancia.
Dolor.
Una punzada me pasa
de parte a parte. Tengo un cuerpo, en algún lugar. Lejano, atormentado, pero
existe. Entonces existo yo también. La calma se quiebra con voces, luces,
sonidos. Alguien habla. ¿Qué dice? No entiendo. Mi nombre. Oigo mi nombre, pero
yo no lo recuerdo.
– ... no ha
respondido a la dosis de ayer...
Estoy aquí. ¿Me oís?
Miradme. ¡Soy yo!
– ... una fórmula
diferente...
No puedo abrir la
boca. No puedo moverme. ¡Sacadme de aquí!
– Doctora.
– ¿Qué más hay?
– Venga un momento. Madre
mía, ha abierto los ojos.
– Señor Pellissier...
Paolo, ¿puedes oírme?
– Ha apretado la
mano. Doctora, ¡está consciente! Se mueve. Es
un milagro.
Paolo. ¿Soy yo?
– Escúchame,
Paolo. Has dormido durante mucho tiempo. Estás tumbado en una cama de hospital.
Estás a salvo, con nosotros. Yo soy la doctora Naldi, Anna. Me ocupo de ti.
¿Entiendes lo que te digo? ¿Puedes cerrar los ojos y abrirlos?
Claro que puedo.
– Muy bien, así.
Ahora descansa, tu cuerpo necesita tiempo para despertarse del todo. No hay
prisa.
– Doctora, ¿esos 60
cc?
– Sí, haz como te he
dicho. Paolo, ahora tu...
Vuelve la luz
absoluta. Floto en la nada, de nuevo. No es la paz. Es la muerte. Quiero salir
de aquí.
Dolor.
Una punzada atroz me
penetra en el alma. Sé lo que es. Es el cuchillo que me abrió el corazón. El
cuchillo que me tenía que haber matado.
– Paolo, ¿cómo estás?
Soy Anna. ¿Me oyes?
Doctora, sáqueme de
aquí.
– Mueve la
cabeza. Muy bien, así. Las heridas se están...
Todavía esta maldita
luz. ¡Basta! Es la peor de las condenas. Pero no dura. Consigo enfocar. Veo
sondas, fluorescentes, cortinas. Una enfermera. Olor a desinfectante.
– A... A...
– Madre mía. Sí,
¿qué?
– A... gua.
– Agua, claro. Beba
despacio. La doctora ha dicho...
Me importa un carajo
la doctora. Tomo un trago. Quema como si fuese gasolina. Pero es todo real.
Estoy vivo.
Dolor.
El cuchillo que me
abrió el corazón no me quitó la vida. Pero ella quería. ¿Quién era? La conocía.
La conozco. Veo su pelo, su piel lisa, sus ojos cargados de odio. Se llama
Michela. Es la mujer que amo. Es mi esposa. ¿Por qué mi mujer quiso matarme?
– Buenos días Paolo.
¿Qué tal vamos hoy?
– Bi... en.
– Progresamos. Espléndido.
Hagamos algún pequeño control. Intenta girar la cabeza. Muy bien, así. Ahora
pasemos a los brazos.
Tengo que irme de
aquí. Tengo... ¿qué tengo que hacer? ¿Por qué es tan urgente? Tengo que ¿huir?
Si, tengo que pirarme, rápido. ¿Cuánto tiempo he pasado aquí? Desde que pasó
todo. Todo... ¿qué?
Dolor.
El cuchillo me partió
el corazón. No me lo esperaba. ¿Porque Michela me amaba? No, porque Michela
estaba desmayada. Lo sé, estaba desmayada por mi culpa. Aquel puñetazo habría
tumbado un rinoceronte. Cuando pego, yo pego duro.
– Paolo, ¿puedes
mover el pulgar? Venga, un pequeño esfuerzo.
Yo la había tumbado
porque ella quería pararme. No quería que yo le pusiera la mano encima a él. ¿A
quién? A él. ¿Qué hacía él allí en nuestra casa, en nuestra cama? ¿Quién era?
Alessandro.
¿Qué hacía Alessandro
con mi mujer en la cama en nuestra casa? Bastardo. Ahora te vas a enterar. Te
voy a destrozar. No, ya te enteraste. Te di una paliza. Te hundí la nariz, las
órbitas, el cráneo. Me embadurnaste las manos y la almohada con un líquido
rojizo. Bastardo.
Aparecen dos siluetas
oscuras.
– Doctora Naldi.
– ¿Quién les ha
dejado pasar? ¿No ven que el paciente está todavía en condiciones críticas?
– Orden del juez.
Veo sus sombreros
oscuros. El distintivo plateado reluce. Han venido por mi. Ya es tarde para
escapar. Abro la boca para gritar pero no me sale nada.
– Tenemos que
vigilarlo. Para evitar su huída.
¿Dónde queréis que
vaya? Se acabó. Bastardos asquerosos. Me forzasteis a hacerlo. Maté a mi
hermano. Y tú Michela que para vengarle a él intentaste matarme a mí.
Traidores, ¿cómo pudisteis? Por vuestra culpa pagaré para siempre.
Dolor.
Luz. ¡Regresa! Quiero
volver a flotar. Cógeme en tu nada, es todo lo que me queda.
Pero la luz ya no
vuelve.
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IX círculo: Cero (desde el 8 de junio)
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