venerdì 11 maggio 2012

Nueve círculos. Quinto círculo: Blanco


     Luz. Claridad absoluta. Etérea inconsistencia resplandeciente. Floto en la nada completa. No recuerdo, no siento, no soy. La única presencia es la ausencia. ¿Quién soy? ¿Será así para siempre? No tiene importancia.
     Dolor.
     Una punzada me pasa de parte a parte. Tengo un cuerpo, en algún lugar. Lejano, atormentado, pero existe. Entonces existo yo también. La calma se quiebra con voces, luces, sonidos. Alguien habla. ¿Qué dice? No entiendo. Mi nombre. Oigo mi nombre, pero yo no lo recuerdo.
     – ... no ha respondido a la dosis de ayer...
     Estoy aquí. ¿Me oís? Miradme. ¡Soy yo!
     – ... una fórmula diferente...
     No puedo abrir la boca. No puedo moverme. ¡Sacadme de aquí!

     – Doctora.
     – ¿Qué más hay?
     – Venga un momento. Madre mía, ha abierto los ojos.
     – Señor Pellissier... Paolo, ¿puedes oírme?
     – Ha apretado la mano. Doctora, ¡está consciente! Se mueve. Es un milagro.
     Paolo. ¿Soy yo?
     – Escúchame, Paolo. Has dormido durante mucho tiempo. Estás tumbado en una cama de hospital. Estás a salvo, con nosotros. Yo soy la doctora Naldi, Anna. Me ocupo de ti. ¿Entiendes lo que te digo? ¿Puedes cerrar los ojos y abrirlos?
     Claro que puedo.
     – Muy bien, así. Ahora descansa, tu cuerpo necesita tiempo para despertarse del todo. No hay prisa.
     – Doctora, ¿esos 60 cc?
     – Sí, haz como te he dicho. Paolo, ahora tu...
     Vuelve la luz absoluta. Floto en la nada, de nuevo. No es la paz. Es la muerte. Quiero salir de aquí.
     Dolor.
     Una punzada atroz me penetra en el alma. Sé lo que es. Es el cuchillo que me abrió el corazón. El cuchillo que me tenía que haber matado.
     – Paolo, ¿cómo estás? Soy Anna. ¿Me oyes?
     Doctora, sáqueme de aquí.
     – Mueve la cabeza. Muy bien, así. Las heridas se están...
     Todavía esta maldita luz. ¡Basta! Es la peor de las condenas. Pero no dura. Consigo enfocar. Veo sondas, fluorescentes, cortinas. Una enfermera. Olor a desinfectante.
     – A... A...
     – Madre mía. Sí, ¿qué?
     – A... gua.
     – Agua, claro. Beba despacio. La doctora ha dicho...
     Me importa un carajo la doctora. Tomo un trago. Quema como si fuese gasolina. Pero es todo real. Estoy vivo.
     Dolor.
     El cuchillo que me abrió el corazón no me quitó la vida. Pero ella quería. ¿Quién era? La conocía. La conozco. Veo su pelo, su piel lisa, sus ojos cargados de odio. Se llama Michela. Es la mujer que amo. Es mi esposa. ¿Por qué mi mujer quiso matarme?
     – Buenos días Paolo. ¿Qué tal vamos hoy?
     – Bi... en.
     – Progresamos. Espléndido. Hagamos algún pequeño control. Intenta girar la cabeza. Muy bien, así. Ahora pasemos a los brazos.    
     Tengo que irme de aquí. Tengo... ¿qué tengo que hacer? ¿Por qué es tan urgente? Tengo que ¿huir? Si, tengo que pirarme, rápido. ¿Cuánto tiempo he pasado aquí? Desde que pasó todo. Todo... ¿qué?
     Dolor.
     El cuchillo me partió el corazón. No me lo esperaba. ¿Porque Michela me amaba? No, porque Michela estaba desmayada. Lo sé, estaba desmayada por mi culpa. Aquel puñetazo habría tumbado un rinoceronte. Cuando pego, yo pego duro.
     – Paolo, ¿puedes mover el pulgar? Venga, un pequeño esfuerzo.
     Yo la había tumbado porque ella quería pararme. No quería que yo le pusiera la mano encima a él. ¿A quién? A él. ¿Qué hacía él allí en nuestra casa, en nuestra cama? ¿Quién era?
     Alessandro.
     ¿Qué hacía Alessandro con mi mujer en la cama en nuestra casa? Bastardo. Ahora te vas a enterar. Te voy a destrozar. No, ya te enteraste. Te di una paliza. Te hundí la nariz, las órbitas, el cráneo. Me embadurnaste las manos y la almohada con un líquido rojizo. Bastardo.
     Aparecen dos siluetas oscuras.
     – Doctora Naldi.
     – ¿Quién les ha dejado pasar? ¿No ven que el paciente está todavía en condiciones críticas?
     – Orden del juez.
     Veo sus sombreros oscuros. El distintivo plateado reluce. Han venido por mi. Ya es tarde para escapar. Abro la boca para gritar pero no me sale nada.
     – Tenemos que vigilarlo. Para evitar su huída.
     ¿Dónde queréis que vaya? Se acabó. Bastardos asquerosos. Me forzasteis a hacerlo. Maté a mi hermano. Y tú Michela que para vengarle a él intentaste matarme a mí. Traidores, ¿cómo pudisteis? Por vuestra culpa pagaré para siempre.
     Dolor.
     Luz. ¡Regresa! Quiero volver a flotar. Cógeme en tu nada, es todo lo que me queda.
     Pero la luz ya no vuelve.     
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NUEVE CÍRCULOS (pincha para leer)
IX círculo: Cero (desde el 8 de junio)
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